El tema de la migración se va desvelando como una de las claves que cuestionan en mayor profundidad la cultura y la sociedad contemporáneas. Este cuestionamiento se realiza en diferentes niveles no sólo el político, social y económico, sino también el cultural, simbólico e imaginario. Se abren así las puertas de una transformación profunda, el que ésta se dé y la dirección que tome marcará la deriva del conjunto de nuestra cultura.
Guy Debord en la sociedad del espectáculo afirmaba que cuando la realidad es capturada y convertida en meras imágenes , las meras imágenes se convierten realidad (3) , un mecanismo que consolidaría el núcleo irreal de nuestra realidad. Lo que nos da a pensar, como contrapunto, que aquello que está en juego en la creación y difusión de imágenes es la realidad misma. De ahí la necesidad de profundizar en un discurso audiovisual independiente; independiente de la lógica del encargo, independiente en la elección del tema y su enfoque, y sobre todo de las normas y gramáticas prefabricadas para la industria audiovisual y sus criterios de consumo y producción. Esto conlleva una reivindicación diferencial de la percepción de la realidad. Frente a los mecanismos de clonación y monoforma ( 4 ) asistimos a una constelación, un rizoma de miradas únicas en la que se superponen coincidencias y disparidades que no excluyen la contradicción, sino que por el contrario la valoran como presencia de lo real en la imagen .
Afortunadamente la misma lógica de mercado que ha inundado el paisaje de imágenes banales y de dispositivos de captura, edición y difusión de imágenes, ha posibilitado también la democratización en el acceso a los medios de producción video y ha roto el oligopolio audiovisual, restando importancia a los grandes canales
mainstream. Ahora bien, hay que utilizar esta posibilidad abierta por un tiempo que podría ser más limitado de lo que pensamos. Hay que ir más allá de esta niebla de imágenes compulsivas que inundan las redes, para taladrar el velo de imágenes mediáticas, la película master que pretende reducir la realidad a un orden representativo , y los individuos a unos pocos estereotipos.Este proceso de disidencia y resistencia audiovisual ha sido y es fundamental en la propagación de las realidades de la inmigración. El espejo de la representación se ha roto en miles de fragmentos que reflejan y a la vez son en sí mismos cortes de profundidad de estas realidades, nos llegan así voces silenciadas, invisibilizadas , relatos de la exclusión y violencia , que nos dan una medida hasta ahora desconocida de la violencia y sectarismo de los poderes políticos y económicos en la sociedad » occidental» , más allá del velo humanista que suele cubrir este término .
De pronto accedemos a un rizoma (5) complejo de relatos, en el que por ejemplo la protección de las fronteras aparece como un gran negocio para unos pocos, en donde la ley se decreta no tanto para impedir la ilegalidad que define sino para administrarla: no tanto cerrar el paso como marcar el estatus inexistente y por tanto indefenso de los migrantes que la cruzan. Pero al mismo tiempo, también tomamos conciencia del conjunto dispar de fuerzas que ha impulsado estos movimientos migratorios: fugas por la supervivencia, sueños, viajes iniciáticos, búsqueda de conocimiento o experiencia. Historias de dolor y vejaciones que se superponen con otras de solidaridad; ghettos y campos de concentración con zonas autónomas y experiencias de autogestión .
Desde este rizoma de visiones “otras”, los criterios que los mass media presentan como realidades objetivas aparecen como construcciones parciales que sirven » espectacularmente» a ambos lados de la frontera: como una descarga mediática de estímulos de miedo o de deseo. Cruda exportación del modelo consumista global, frente al cual todas las otras formas quedan estigmatizadas como pobreza y atraso.
Podríamos decir pues que estamos ante una guerra de imaginarios. De un un lado, una omnipresente y fantástica máquina de producción y difusión de imágenes y mensajes pre-fabricados , que como cualquier otro producto de consumo, dibuja un espectro de versiones a partir de un mismo patrón básico : obtener un beneficio máximo y asegurar su continuidad. Del otro, una especie de patchwork artesanal hecho de pedazos de experiencias personales o colectivas, un patchwork lleno de jirones y vida .
La presión mediática insiste en reducir el tema de la inmigración a parámetros legales, económicos y políticos. En frente, el discurso crítico intenta recuperar el aspecto humano, una toma de conciencia ante la indefensión y el dolor, la explotación y el desprecio, una alerta ante el racismo y la implantación de medidas autoritarias que en cualquier momento pueden expandirse a otros campos y colectivos sociales, y al mismo tiempo una motivación para crear y apoyar iniciativas prácticas de ayuda y solidaridad.
Sin embargo, a menudo se olvida que este flujo de la inmigración comporta también un flujo ingente de conocimiento; conocimiento que a veces es homologable a la concepción occidental dominante , pero que en otras muchas otras veces no lo es -y por eso resulta aún más interesante y necesario – pues nos pone en contacto con perspectivas que aquí no se han desarrollado o que ya se han perdido ; nos abre otras posibilidades de progreso, otras visiones desde las que percibir la realidad , hasta modificar radicalmente nuestra experiencia de ella. Este flujo de migración es también históricamente un fenómeno asociado al enriquecimiento social y cognitivo, mientras que el contrario: el aislamiento o el flujo emigratorio se asocian al empobrecimiento y el autoritarismo..